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La villa de Santillana del Mar fue en la Edad Media capital de la Merindad de las Asturias de Santillana, una de las que componían nuestra región actual de Cantabria. Desde muy remotos tiempos - la cueva de Altamira está a un km. del caserío - el hombre había buscado estos parajes como vivienda y zona de caza, y en la famosa cueva de pinturas descubierta por Sautuola dejó el testimonio más elevado de su capacidad artística.

 

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Hace, pues unos 14.000 años, más o menos, el cazador paleolitico recorría estas bellas y suaves colinas que se aproximan a la costa por Ubiarco. Aquí está el mar, ese mar que da el título a la villa que paradójicamente se apartó de él acogiéndose a una suave hondonada que le impide verlo. Su historia posterior a la prehistórica conecta con nosotros, también en sus proximidades, con el hallazgo de restos romanos en Vispieres o lápidas sepulcrales de la misma época en el barrio de Herrán. Después hay un silencio arqueológico que no permite asegurar si estuvo o no poblado el término de la actual villa. Son cuatro siglos en blanco que posiblemente acaban en la repoblación de Alfonso I y, con seguridad, en el siglo X donde ya existe constancia documental de un monasterio que guarda las reliquias de Santa Juliana de Bitinia de cuyo nombre procede el de Santillana.

Es un documento del 980 en donde aparece el abad Indulfo estableciendo un "pacto" entre él y sus monjes. Es cierto que ya desde 930, aunque indiferentemente, se habla de un monasterio con abades anteriores a Indulfo, pero el Cartulario de Santillana comienza de verdad sus datos a partir del "pacto" y es cuando va ampliando sus dominios con iglesias o monasterios que indican una incidencia territorial en las cuencas del Saja, Besaya y Pas.

Durante el siglo XI, condes de Castilla y magnates favorecen con donaciones a la congregación monástica de Planes, y en 1043 los reyes Fernando I y Sancha le otorgan la primera carta de inmunidad o fuero. En el XII sigue la protección real con la cesión del señorío de Oreña por parte de la reina Urraca. A finales del XII hay constancia de una plena organización administrativa del monasterio con cargos como abad, maestro, prior, sacristán y capistol. En el XIV se apercibe una crisis indudable en la ya colegiata: los abades se ausentan y el predominio de la nobleza va haciendo decaer el de los monjes que se ven obligados a pedir auxilio al obispo y al rey. En los siglos XV y XVI la villa está prácticamente dominada por el marqués de Santillana, y los abades de la colegiata salen ya de la misma familia del Infantado con apellidos de Vega y Mendoza. Nunca fue Santillana una villa marinera por falta de puerto natural en Ubiarco, por lo que su tipo de vida fue diferente de aquellas de Castro, Laredo y Santoña, y no entró en el auge que estas villas tuvieron en los siglos XIII y XIV. Su último despertar es palpable que tuvo lugar en el siglo XVIII, posiblemente por la llegada de capitales indianos. A finales del XIX sensibilidades todavía románticas valoran literariamente a la villa y consiguen declararla conjunto histórico - artístico nacional.

El turismo moderno la ha puesto de moda como uno de los más bellos pueblos de España y es de justicia reconocer que muy acertadamente así la calificó el filósofo francés Jean Paul Sartre.

 


BIBLIOGRAFÍA: GARCÍA GUINEA, Miguel Angel. "Cantabria, guía artística". Ediciones estudio. 1991. Santander.

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